En la Edad Moderna, en los siglos XVI y XVII, se asiste en España a un gran progreso de la ciencia médica y en la aplicación del saber médico en la curación del enfermo y del herido en la guerra. Aumentan extraordinariamente los recursos quirúrgicos en el tratamiento de las graves heridas de las armas de fuego. Una lucha implacable se mantuvo contra las graves enfermedades pestilenciales que asolaron al país.
Se estimula el conocimiento de la anatomía y la cirugía en las Universidades y cátedras recién creadas. Una institución, el protomedicato, se encargaba de realizar exámenes de capacitación a los médicos salidos de las aulas y de dictaminar normas del ejercicio profesional.
En las Universidades y escuelas de medicina se formaban los que se dedicaban a la tarea de curar o aliviar las enfermedades, eran los médicos latinistas, físicos, cirujanos romancistas y barberos, y otros menos capacitados no universitarios, los empíricos, magos y brujos y chamanes, que llevaban los socorros médicos de manera itinerante y los que practicaban además una medicina creencial y religiosa.
Contaban los sanitarios con elementales medios de diagnóstico y practicaban su quehacer en sus domicilios o en los hospitales poco higiénicos y mal dotados
Indicativo del nivel científico médico fueron los casos de enfermos ilustres, reyes y príncipes y militares y los pertenecientes a la rica nobleza y burguesía. Los remedios de sus enfermedades y muerte se difundían por los médicos como propaganda de sus servicios, pero la otra medicina la del enfermo anónimo del habitante del medio rural era escasamente reflejada, y pobre la protección asistencial de los pueblos y villas del país.
Y por último un ligero recorrido nombrando a los famosos médicos de entonces y sus obras en las que exponían sus experiencias y sus conocimientos que querían difundir como enseñanza a los nuevos sanitarios
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