Plantas invasoras. El ailanto y la seda.

Seguramente, en algún momento, paseando por un jardín, por la costa o por una calle, nos ha llamado la atención alguna planta muy vistosa, pero alguien nos ha dicho: si, es muy bonita, pero es una planta invasora. Y las plantas invasoras son un peligro para nuestros ecosistemas, por lo que hay que erradicarlas, cueste lo que cueste. Son malas plantas.

Una mirada más profunda, nos debe hacer pensar, si estas plantas viajeras, que han llegado a nuestros jardines o a nuestros bosques de forma fortuita o bien traídas de lejanos países con fines ornamentales o económicos tienen la culpa del deterioro de nuestros ecosistemas; o somos nosotros los que, empobreciendo nuestros suelos, nuestras aguas y nuestro aire con el uso y abuso de productos químicos: abonos, herbicidas, etc., etc., estamos propiciando que solo puedan sobrevivir aquellas especies frugales, que soportan malos suelos y todo tipo de venenos, cuando otras más exigentes no lo consiguen.

El ailanto (Ailanthus altissima), árbol de gran porte, es una de estas especies denominadas invasoras a las que hay que erradicar.

Pero en otro tiempo fue muy estimado. Su historia está relacionada con uno de los tejidos más bellos y sutiles que ha conseguido la humanidad: la seda. 

Por lo tanto, hablar del ailanto es hablar de viajes, de aventuras, de mariposas, de gusanos, de belleza, de resistencia y de persecución.