MAGOTZI Boletín Científico de Artes del IA
Publicación semestral, Vol. 9, No. 17 (2021) 1-8
Las pandemias en la historia y en el arte
Introducción
Vivimos tiempos difíciles, el surgimiento de la pandemia causada por el nuevo coronavirus Sars-Cov 2 ha puesto al mundo al revés. Algunos consideran que es el mayor desafío que ha enfrentado la humanidad desde la segunda guerra mundial. Es posible afirmar que México (de hecho todo el mundo) vive un parteaguas histórico a raíz del brote del Covid 19 en China a finales del año pasado. Como hacía mucho que no se experimentaba una pandemia de tales dimensiones, se trata de una experiencia nueva y única para la mayoría de la población, al grado de afirmarse que nunca volveremos a la antigua “normalidad”, sin embargo, no debemos perder de vista que las epidemias y las pandemias han sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad y México no ha sido la excepción.
Entre las epidemias históricas hay algunas que parecen verdaderas historias de terror, como la peste negra del siglo XIV que acabó con poco menos de la mitad de la población europea (se cree que fue llevada a Europa por los mercaderes de Marco Polo), o la “gripe española” de principios del siglo XX que nuestros abuelos recuerdan, que mató aproximadamente a 40 millones de personas en todo el mundo.

Pacientes de la epidemia de gripe de 1918 en el hospital de Fort Riley, Estados Unidos.
Las pandemias en el mundo
Muchas son las epidemias y las pandemias que ha sufrido la humanidad, tal vez la de la mal llamada “gripe española”, sea la que más fácilmente recordemos porque de ella podemos revisar registros, fotografías y estadísticas. Sin embargo, no fue sino una más de las muchas que han sometido al ser humano y que lo han obligado a tomar medidas extremas. Podemos decir que a pesar de que la pandemia del coronavirus se cierne sobre casi la totalidad del mundo conocido, no causará tantas muertes como las del pasado. Los daños serán diversos, no solo la economía se verá afectada, las relaciones familiares, laborales y el estilo de vida se modificarán, al menos durante los primeros años después de que esta crisis termine. Hemos sido puestos a prueba, en todos los campos, buscamos soluciones para un problema que nos tomó por sorpresa e independientemente de nuestras fortalezas y debilidades, todos estamos sometidos a una gran presión y a la incertidumbre.
Mirando hacia el pasado podemos redescubrir cómo fue que otras generaciones lidiaron con situaciones similares. Desde el campo de las artes, tanto la literatura como las artes visuales ofrecen variados ejemplos. Boccaccio escribió su célebre obra El Decamerón, después de la terrible epidemia de peste bubónica que azotó Florencia en el año 1348. Inicia la obra contando como diez jóvenes, siete mujeres y tres varones se refugiaron huyendo de la peste en una villa cercana a Florencia. En esos tiempos, la gente se aislaba para protegerse del contagio de la terrible enfermedad, sin embargo, esto recuerda el célebre cuento de Edgar Allan Poe La máscara de la muerte roja, en el que plantea que a pesar de todas las precauciones y el aislamiento, la enfermedad llega sin ser invitada hasta el aislado palacio. Otras obras de autores contemporáneos como Saramago, en Ensayo sobre la ceguera, exploran magistralmente esta temática. No podemos olvidar tampoco ese apasionado relato romántico El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez. Al igual, es notable es la obra de Daniel de Foe Diario del año de la peste, en la que realizó una crónica de la terrible epidemia que asoló Londres en el siglo XVII. Y qué decir del magistral relato de Albert Camus La Peste, en donde narra una imaginaria plaga de peste que sufrió la ciudad de Orán en pleno siglo XX.
También han sido varios los artistas que han plasmado en sus obras las epidemias que han asolado a la humanidad. Durante el medievo se realizaron ilustraciones como la del enterramiento de las víctimas de la peste negra en Tournai, en la que está presente la desesperación y el miedo.

Anónimo, Ilustración Medieval. Enterramiento de las víctimas de la plaga en Tournai (Bélgica). Ilustración 1349.
Por otro lado artistas como el flamenco Josee Lieferinxe en su obra San Sebastián intercede en una epidemia de peste (1499), nos muestra la intervención del santo como remedio para vencer a la enfermedad.

Josee Lieferinxe. San Sebastián intercede en una epidemia de Peste. 1499. Óleo sobre tela.
Otra obra realizada con el mismo propósito es La virgen de Patavia, pintada por Gabriel de Nuz en 1724, el cuadro pertenece al acervo artístico de la catedral de Tulancingo, en su cartela de donación se lee: “NS del auxilio de Patavia, abogada contra todo mal, de peste”.

Gabriel de Nuz. Virgen de Patavia. (Detalle) 1724.
Archivo.Catedral de San Juan Bautista. Tulancingo, Hgo.
Años antes, otro artista barroco el flamenco Michiel o Michael Sweerts realizó un cuadro donde retrata la epidemia que sufrió la ciudad de Atenas en el año 430 a.C. Esta terrible plaga tuvo un primer brote ese año y volvió a aparecer en los veranos siguientes hasta que en el año 427 a. C. se consideró extinta. Aunque se conoció como la peste de Atenas en realidad no se sabe con certeza de que enfermedad se trató, se especula que pudo tratarse de tifus, peste bubónica, escarlatina, fiebre hemorrágica o una combinación de todas las anteriores. Esto nos demuestra cómo desde tiempos remotos, las plagas han sido difíciles de vencer y de conocer a fondo sus causas; por otro lado, las consecuencias son siempre medibles y traen aparejadas la mortandad y la crisis económica.
Sweerts perteneció al grupo de pintores flamencos radicados en Roma conocidos como los Bamboccianti, quienes desarrollaban pintura de género en la que retrataban temas y personajes de la vida cotidiana; este cuadro sale de la temática habitual del artista aunque se sabe que está inspirado en un grabado de Raimondi conocido como Il Morbetto que es a su vez una copia de un dibujo de Rafael realizado para ilustrar un brote de peste que sufrieron unos refugiados troyanos en la isla de Creta. En la obra se aprecia a una multitud dispersa en una explanada en la que se pueden observar algunos edificios públicos, es notable la expresión desesperada plasmada en algunos rostros y la artística belleza con la que retrata a los muertos. En la parte inferior izquierda podemos ver a un niño que trata de alimentarse de la madre muerta, dotando a la escena de un gran dramatismo que se resalta con el contraste entre luces y sombras tan características del barroco.

Michiel Sweerts. La Peste de Atenas c. 1652– 1654 Museo de Arte de la ciudad de Los Ángeles
Solo una pequeña muestra de cómo generaciones pasadas enfrentaron la enfermedad a través del arte.

La peste acaba con una víctima. Códice Stini. Biblioteca Universitaria, Praga
Las pandemias en el México antiguo
En la antigüedad se creía que las epidemias eran castigo de Dios por el pecado y que era necesario hacer actos públicos de arrepentimiento y contrición, y así surgieron imágenes religiosas protectoras (o les adjudicaron dicha virtud a las ya existentes); grupos flagelantes que recorrían los pueblos golpeándose la espalda hasta sangrar fueron una de las muchas manifestaciones de fe pública contra la enfermedad. La misma Virgen de Guadalupe fue invocada como protectora ante la epidemia de matlazáhuatl de 1737.

José de Ibarra (dibujante) y Baltazar de Sotomayor (grabador).
Frontispicio para el escudo de armas de México de Cayetano Cabrera Quintero, 1734
Prácticamente no se tiene información sobre epidemias durante el periodo prehispánico pues mucha de la sabiduría antigua se perdió con la destrucción de los códices, pero las enfermedades contagiosas hicieron mucho ruido cuando llegaron a América a bordo de los barcos europeos a fines del siglo XV y principios del XVI. Elsa Malvido (2003) sugiere que la conquista de América significó el inicio de una guerra bacteriológica debido a las enfermedades traídas por los europeos, aunque este efecto no haya sido deliberado. En su estudio, propone que debido a las pandemias, epidemias y endemias, resultado de la conquista española, la población de la Nueva España se redujo en un siglo hasta en un 90%, tal como lo habían propuesto en su momento los célebres estudios de Cook y Borah (1977).
Al estar comunicada con el resto del mundo conocido, Europa había sufrido a lo largo de la historia la presencia de todo tipo de entes patógenos que creó en la población la llamada inmunidad de rebaño. Al llegar a América en 1492, los europeos trajeron consigo dichos microorganismos, provocando desde 1517, una epidemia de viruela que hizo estragos en las Antillas. Como es sabido, la población nativa antillana prácticamente desaparec ió durante los primeros 20 años de presencia española y esto se debió en gran parte precisamente a las epidemias. Esa fue una de las razones por las que los españoles decidieron importar a las Antillas esclavos africanos que trabajarían en sus plantaciones y minas. Para 1521, la población originaria de las Antillas (taínos principalmente), había disminuido en más de un 90%.
Sin la inmunidad que otorga la misma enfermedad, las poblaciones de la América continental también fueron presa de dichas enfermedades. Se dice por ejemplo que el negro Francisco de Eguía que venía con la hueste de Pánfilo de Narváez que envió Diego Velásquez desde Cuba para apresar a Hernán Cortés, diseminó la viruela a través del abasto de agua a la gran Tenochtitlán, y esa, se considera, fue la estocada final para acabar con la resistencia mexica y el triunfo español del 13 de agosto de 1521. Pero es muy probable que desde las anteriores expediciones (Hernández de Córdoba en 1517 y Juan de Grijalva en 1518), ya haya habido contagios hacia la población de lo que ahora es México. Pero también es posible que no haya sido solo el negro mencionado (el dato lo aporta Bernal Díaz del Castillo) y que probablemente más personas de la hueste de Cortés traían la viruela, pues se trata de una enfermedad muy contagiosa.
Los demógrafos del periodo novohispano temprano calculan que la mortandad epidémica de origen europeo hizo pasar a la población nativa entre 1519 y 1600, de aproximadamente 20 millones a solo 2 millones de indígenas. Se considera que en cuatro siglos, desaparec ió de lo que ahora es México, el 90% de la población indígena (Borah, 1982).
Pero por supuesto no todo fue enfermedad, ya que hay que agregar la explotación y la propia guerra de conquista. Muchas poblaciones que aparecen en mapas y relatos virreinales tempranos ya no existen, en parte por la política de congregaciones que consistió en reunir en pueblos a los pobladores dispersos para facilitar el cobro de diezmos e impuestos.

“Empetatados” listos para ser cremados durante la gran epidemia de cocoliztli/matlazáhuatl de 1544-45.
Códice Telleriano Remensis
Con estos datos, es posible pensar que los verdaderos genocidas no fueron los conquistadores españoles sino los gérmenes que traían. Esto se comprueba si vemos que los ingleses no provocaron en la India una catástrofe demográfica como ésta porque los hindúes tenían inmunidad. Los euroasiáticos tuvieron miles de años para adaptarse a la aparición de nuevos gérmenes, los americanos no por el aislamiento continental. Los pobladores que pasaron por el estrecho de Bering venían padeciendo frío, no traían consigo enfermedades de tipo tropical. También es necesario considerar que en América había muy pocos animales en contacto directo con los humanos, los animales criados eran solamente el guajolote, el perro y las abejas, mientras que los españoles trajeron caballos, asnos, vacas, cabras, ovejas y cerdos.
Otras enfermedades que diezmaron a la población nativa de México fueron la parotiditis, el tifus, el sarampión, las paperas, la difteria, la influenza, la peste, el tabardillo, algunas de estas se combinaron para formar enfermedades compuestas, provocando resultados desastrosos (Prem, 2000). El cocoliztli volvió a aparecer esporádicamente entre los siglos XVI y XVIII y en ocasiones se le llamó matlazáhuatl. Ese tuvo efectos devastadores en los periodos 1575-76, 1588, 1585-96, 1641, 1667 y 1698. No se sabe con certeza qué enfermedad era el matlazáhuatl, pero algunos creen que era el tifus, que se propagaba a través de las ratas y los piojos. Fue hasta el siglo XX cuando se inventó la vacuna contra el tifus, pero este sigue siendo mortal en el tercer mundo, al igual que el ébola y la malaria.
Enfermos de viruela. Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España, 1938
Conclusiones
La verdadera globalización del siglo XVI no fue cultural ni económica, sino microbiana, el encuentro de dos mundos fue mucho más biológico que cultural. Como hemos visto, las epidemias y las pandemias han estado presentes a lo largo de la historia de la humanidad, y algunas de ellas se han plasmado en el arte. Las poblaciones han sufrido, pero a la par, han sobrevivido a ellas, a pesar de lo agresivo que pudieran resultar.
Es paradójico que, con todo el avance científico, la población actual esté a merced del contagio y que de la misma forma que en el pasado, la mejor prevención sea la reclusión domiciliaria. El nuevo coronavirus estará presente entre nosotros por muchos años más y, con seguridad, aparecerán nuevos virus a los que tendrán que enfrentar generaciones futuras. La capacidad del ser humano para ser resilientes y lograr la inmunidad, aunado con los avances científicos y tecnológicos, serán piezas claves para afrontar esa nueva calamidad, sin olvidar que debemos prepararnos en un futuro al surgimiento de otras epidemias y pandemias.
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